«Lo que quiero y deseo» (EE 48)
- Si bien la espiritualidad ignaciana surge de la fuente de los Ejercicios Espirituales, un Oasis espiritual no se reduce a la práctica de los mismos. Si queremos promover la espiritualidad de Ignacio, un hombre abierto al mundo y las nuevas fronteras de los tiempos, bien podemos pensar en una espiritualidad abierta y ecuménica, en profunda conexión con las dimensiones de nuestra misión: servicio de la fe, promoción de la justicia, en diálogo con las culturas y las religiones. Sería una espiritualidad encarnada, que integra lo humano con lo divino, nuestros deseos profundos con el Deseo de Dios, nuestra condición histórica con nuestros anhelos de eternidad, y nuestra conciencia ecológica desde nuestra corporeidad. Es decir, entendemos que una espiritualidad ignaciana puede y debe ser “holística”, es decir, integradora .
- Al nombrarnos como Centro de Espiritualidad y Cultura , queremos situarnos en este movimiento de integración entre el Evangelio y la Cultura del lugar; como si el Espíritu (el carisma ignaci
ano) busca encarnarse en esta cultura del conurbano bonaerense del siglo XXI. Espiritualidad y Cultura no solo se necesitan mutuamente, como el alma y el cuerpo, sino también se enriquecen una a la otra.
- Queremos también construir una espiritualidad no cerrada sobre sí misma, en intimismos narcisistas ni búsquedas auto referenciales. Buscamos una mística de ojos abiertos, atentos al Espíritu que ya está transformando el mundo, y una mística del seguimiento de Jesucristo que nos llama a trabajar por el Reino en comunión con la Iglesia. Es decir, una espiritualidad que no se reduzca a los espacios de oración, sino que sepa impregnar toda la existencia personal y colectiva, y que produzca “evangelizadores con Espíritu”, como dice EG 261.
- Queremos una espiritualidad que integra esos cuatro valores universales, implícitos en el Evangelio y otras creencias: la dignidad de la vida y de la tierra, la tolerancia como base del respeto, la solidaridad que nos iguala, la justicia como fuente de paz. Cuatro valores que son punto de encuentro para todo tipo de peregrinos: laicos y consagrados, varones y mujeres, ricos y pobres… Y en fidelidad a nuestra vocación de ir a las fronteras, queremos “atender a quienes nadie atiende” (Nadal), soñando con ser significativos para aquellos que se sienten excluidos de la Iglesia: familias ensambladas, divorciados en segundas uniones, víctimas de abusos y discriminación de género…